Frente al marxismo, que afirma como dogma la lucha de clases, y frente al liberalismo, que exige como mecánica la lucha de partidos, existe algo sobre los partidos y sobre las clases, algo de naturaleza permanente, transcendente, suprema: la unidad histórica llamada Patria.
Ni en la derecha ni en la izquierda está el remedio.
Los partidos de la izquierda alegan la preocupación de lo social, pero además de que, aun en eso son totalmente ineficaces, porque su política desquicia un sistema económico y no mejora en nada la suerte de los humildes, los partidos de la izquierda ejercen una política persecutoria, materialista y antinacional.
Y los de derecha al contrario, manejan un vocabulario patriótico, pero estan llenos de mediocridad, de pesadez y les falta la decisión auténtica de remediar las injusticias sociales.
Nuestro movimiento no es derecha, ni de izquierda. Mucho menos es del centro.
Nuestro movimiento se da cuenta de que todo eso son actitudes personales, laterales, y aspira a cumplir la vida de España, no desde un lado, sino desde enfrente; no como parte, sino como todo, aspira a que las cosas no se resuelvan en homenaje al interés insignificante de todo un bando, sino al acatamiento al servicio total del interés patrio.
Para nosotros, la Patria no es sólo un concepto, sino una norma.
El acatamiento de esta norma hay que imponerlo con todo el rigor que haga falta, contra todos los intereses que se opongan, por fuertes que sean.
Por eso somos revolucionarios.
Derechas e izquierdas son valores incompletos y estériles.
No hay más que un camino: nada de derechas ni izquierdas; nada de partidos: un gran movimiento nacional, esperanzado y enérgico, que se proponga como meta la relización de una España grande, libre y unida. De una España para todos los españoles, ni mediatizada por poderes extranjeros ni dominada por el partido o la clase más fuerte.
Las izquierdas rompen con la tradición de España y con el orgullo de haberla servido como la sirvieron nuestros antepasados y nosotros mismos en las guerras imperiales, en la de la Inpendencia y en Africa. La política de izquierdas obedece a consignas extrañas y transige con los separatismos.
Y la de derechas, en cambio, se desentiende de la angustia popular.
La revolución es necesaria.
Nuestra revolución es la del espíritu contra la materia
De la calidad contra la cantidad.
De la armonía contra el número.
De los cuerpos sociales contra las colectividades puramente numéricas.
De la nación viva contra la Patria sin alma.
Nosotros amamos a España porque no nos gusta.
Los que aman a su patria porque les gusta, la aman con una voluntad de contacto, la aman física, sensualmente.
Nosotros la amamos con una voluntad de perfección.
Nosotros no amamos a esta ruina, a esta decadencia de nuestra España física de ahora.
Nosotros amamos a la eterna e inconmovible metafísica de España.
Tenemos una actitud universal de vuelta hacia uno mismo.
¡ARRIBA ESPAÑA!